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Paul Poiret, diseñador, estilista de moda, pintor, decorador…
21 de diciembre de 2017
@Kroom2
Paul Poiret, diseñador, estilista de moda, pintor, decorador…, de la Belle Époque.
Últimamente os hemos venido hablando sobre moda a partir de mediados del siglo XX, pero pensamos que hay que retroceder un poco en el tiempo para que descubráis la figura de Paul Poiret (1879-1944). Así que hemos escogido de nuestra biblioteca su libro de memorias titulado “Vistiendo la Época”.
Para que os situéis, nos encontramos en el París de 1900, Poiret era un chico regordete que se auto consideraba desde pequeño “un artista”. Sus padres, eran comerciantes burgueses de telas en el barrio parisino de Les Halles.
Joven, su padre le puso a trabajar de ayudante de un paragüero. Para que os hagáis una idea del personaje, éste comentaba que de vez en cuando olvidaba lavarse, pero el cuello blanco de la camisa se lo cambiaba a diario. Esto era así, porque estaba convencido de que lo más importante era la apariencia externa.
El talento para el dibujo de este estilista de moda dio acceso a un empleo de asistente junto al modisto Jacques Doucet (del que ya hablaremos). Con Doucet no solo aprendió la sastrería y un elegante estilo de vida, sino también a adular con mucha pompa a las estrellas de los escenarios.
Después de cumplir con el servicio militar, trabajó en Worth (la casa de moda más prestigiosa de su tiempo, también hablaremos de “ellos” en otro post), pero ahí no le dejaban intervenir demasiado.
Así que su madre le dio 50.000 francos y en 1903 estableció su primer salón de moda. Réjane, actriz muy admirada en la época, dejó a Doucet para convertirse en su primera clienta. Tres años más tarde, Poiret era ya una estrella.
Poiret le declaró la guerra al corsé (pero solo era por razones estéticas). En 1906 diseñó un vestido sobrio y estrecho cuya falda comenzaba justo debajo del pecho y caía completamente recta has el suelo, creando así una línea que lo haría inmortal. Bautizó su creación con el nombre de “La Vage” porque recubría el cuerpo como una ola.
Se casó con la bella Denise y tuvo 5 hijos. Poiret prometía liberar a la mujer encorsetada, por eso lo sustituyó por sujetadores flexibles y ligeros portaligas, lo que hacía parecer más jóvenes y arrojadas a las mujeres, también colores vivos y claridad en los estampados e incluyó el gusto por lo oriental, al estilo dama de harén, utilizando tejidos espléndidos y fastuosos turbantes. Además, desterró las medias negras y despertó en las mujeres (y en los hombres) la ilusión de las piernas desnudas al envolverlas en seda de color carne.
En 1911 Poiret organizó “Las 1.002 noches”, uno de los bailes de disfraces más legendarios del siglo XX. Los límites entre la ropa de vestir y el disfraz parecían desdibujarse.
Fundó una escuela de artes aplicadas donde se diseñaron muebles y tejidos. Fue el primer modisto que sacó al mercado su propio perfume, y en 1911, volvió a escandalizar con su falda pantalón, condenada incluso por el papa Pío X. Ese mismo año fundó un taller donde se estamparon elegantes sedas para la confección con diseños del pintor Raoul Dufy (una auténtica revolución en la industria textil).
Hacía tiempo que Poiret dejó de ser “solo” un creador de moda, para transformarse en el primer verdadero diseñador, estilista de moda, que a todo imprimía su sello estético: desde accesorios hasta decoración de interiores. Ocho décadas después los diseñadores volvieron a echar mano del concepto presentando home collections que incluían hasta velas perfumadas y licencias de otros productos…
Después de pasar por el frente en la 1ª Guerra Mundial, encontró el panorama bastante cambiado. (Ver la interesante escena de la película de Coco Chanel donde interactúa con Poiret). Pensó que celebrando un par de fiestas podría recuperar a toda su clientela, sin embargo, seis meses después había acumulado una deuda de medio millón de francos. Intentó recuperarse más tarde en 1925 en una exposición Art Decó. Allí, el estilista de moda y diseñador decoró 3 barcazas con sus diseños con unos costes altísimos que sus financiadores se negaron a aceptar, y se arruinó. Él siguió viviendo a lo grande hasta que su mujer lo abandonó y se retiró al campo para dedicarse a la pintura. Murió en 1944 empobrecido y olvidado.
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